Del body positivity al body management; una era de control estetico

En plena era de los suplementos, los cuerpos intervenidos y las rutinas hiperoptimizadas, el movimiento body positivityparece estar quedando relegado a una conversación de nicho. El auge de fármacos como Ozempic, la popularidad de los gym bros y la omnipresencia de la proteína en polvo en redes sociales están reconfigurando los ideales corporales. Se impone una narrativa aspiracional vinculada al control extremo, el rendimiento y la transformación visible.

Este nuevo paradigma, impulsado por influencers fitness y validado por algoritmos, redefine qué cuerpos son aceptables o deseables. La biotecnología, la farmacología y el fitness de alto rendimiento se convierten en herramientas de acceso rápido a la apariencia “correcta”, dejando en el camino la diversidad corporal que el body positivity promovía. Las redes refuerzan ese mensaje con cuerpos esculpidos como norma y métricas como sinónimo de éxito.

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En paralelo, crece el mercado de soluciones rápidas: quemadores de grasa, inyecciones para reducir el apetito y rutinas funcionales que prometen resultados visibles en poco tiempo. Esta lógica de inmediatez y optimización no sólo transforma hábitos de consumo, sino también la relación emocional con el cuerpo y la salud. La positividad corporal es reemplazada por la productividad corporal.

Este fenómeno refleja una mutación cultural profunda, donde los cuerpos ya no son simplemente aceptados, sino medidos, moldeados y evaluados como proyectos de marca personal. En este contexto, el self-care se vuelve performático, y la presión por pertenecer se disfraza de “motivación”. ¿Qué queda del body positivity cuando el algoritmo sólo amplifica cuerpos “perfectos”?

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