Por qué no es una buena idea aconsejar sin que te lo pidan

Antes de aconsejar, hacé esta pregunta clave; En un mundo saturado de opiniones digitales, dar un consejo parece casi un acto automático. Pero un enfoque más empático sugiere que antes de opinar, vale preguntarse: “¿Quieren que opine?”. Esa frase, tan potente como básica, tiene el poder de cambiar el rumbo del diálogo y el vínculo.

Muchas veces damos consejos sin pensar si la otra persona los busca. Pueden nacer de un lugar genuino, pero también de una necesidad de control, alivio propio… o de un impulso válido. Hacer la pregunta antes, abre espacio para conectar desde lo auténtico, antes que imponer lo que creemos que “debieran hacer”.

Ese pequeño hábito también activa nuestra comunicación emocional. Nos pone en modo escucha: entendemos mejor el contexto, calibramos la urgencia y evitamos respuestas automáticas. Eso genera respeto y confianza en la otra persona y también en nosotres.

Pensalo como una pausa consciente. Es ese segundo previo que permite un cambio de tono: de “te digo lo que hice yo” a “te escucho primero, te acompañaré solo si lo querés”. Y esa diferencia, muchas veces, es la que transforma una conversación en un encuentro real.

Scroll to Top