En 2024, las redes sociales trajeron de vuelta un fenómeno que parecía enterrado en el pasado: el análisis pseudocientífico de rostros y cuerpos. Desde el “canthal tilt” hasta las “características de confianza alta o baja”, TikTok, Reddit e Instagram se llenaron de tendencias que retoman conceptos peligrosamente cercanos a la frenología y la fisionomía, disciplinas desacreditadas hace siglos pero que resurgen ahora disfrazadas de contenido estético y “tips de belleza”.
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El problema comienza cuando estas tendencias aparentan ser inofensivas. ¿Sos “pretty boy” o “girl pretty”? ¿Tenés ojos de herbívoro o mirada de cazador? ¿Tu tipo de cuerpo es clásico, romántico o gamin? Aunque inicialmente parecen categorías divertidas para explorar cómo maquillarte o qué accesorios elegir, detrás de estas etiquetas hay ideas retrógradas y dañinas que perpetúan estándares de belleza imposibles y nociones pseudocientíficas peligrosas. Por ejemplo, el concepto de “cráneo de ángel o de bruja”, que asocia ciertos rasgos con características positivas o negativas, revive discursos estéticos que históricamente han servido para justificar racismo, segregación y opresión.
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Esto no se queda en anécdotas de redes sociales: figuras públicas como Elon Musk han dado pie a conversaciones preocupantes, promoviendo la idea de que el tamaño del cráneo está relacionado con la inteligencia, un argumento que conecta directamente con los usos racistas de la frenología en el siglo XIX y con ideologías supremacistas del siglo XX. Más allá de su origen histórico, estas tendencias alimentan un culto a la apariencia que es insostenible. En un mundo obsesionado con los “glow-ups” y la optimización personal, este tipo de categorizaciones refuerza la presión por encajar en estándares irreales, con un impacto que va desde adolescentes obsesionados con la cirugía estética hasta comunidades enteras que redefinen su autoestima en función de métricas pseudocientíficas.
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Entonces, ¿por qué volvemos a caer en estas trampas? Tal vez porque, como sociedad, nos fascina etiquetarnos: ya sea con horóscopos, tests de personalidad o lenguajes del amor, buscamos maneras de entendernos y encajar. Pero en este caso, estas etiquetas no son solo inofensivas. Promueven una narrativa que prioriza la estética sobre la individualidad y utiliza métricas arbitrarias para hacernos sentir que, sin importar lo que hagamos, nunca será suficiente. La presión por “mejorar” visualmente no es nueva, pero lo que antes eran anuncios de revistas en los 90 ahora se ha transformado en contenido viral disfrazado de consejos útiles, amplificado por el alcance de las redes sociales.
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Es hora de frenar y reflexionar. Estas tendencias no solo perpetúan estándares tóxicos, sino que reviven ideas que deberían haber quedado en el pasado. La frenología y la fisionomía no tienen cabida en 2025. Dejemos estas pseudociencias estéticas donde pertenecen: en la historia, y lejos de nuestras vidas.