El trabajo ideal no existe: La obsesión moderna con romantizar la oficina

Hubo un tiempo en que el sueño era trabajar menos. Ahora, las redes están llenas de gente que idealiza la oficina como si fuera un universo aspiracional, un mundo lleno de dramas, romances y momentos icónicos, como si cada trabajo fuera el set de una serie de culto. Entre TikTok y Twitter, se celebra la “workplace aesthetic”, donde los escritorios ordenados con café en mano y las charlas casuales en la máquina de café se convierten en una especie de fetiche moderno.

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Lo curioso es que este fenómeno no se da solo en trabajos creativos o cool. Incluso los entornos más rutinarios están siendo reinterpretados como escenarios donde la vida sucede de manera cinematográfica. La oficina ya no es solo un lugar de trabajo, sino una comunidad, un microclima con su propio ecosistema de relaciones, intrigas y momentos virales. Es la era del “corporate core”, donde el mal humor matutino, los correos pasivo-agresivos y los after-office con compañeros de equipo adquieren un aire casi romántico.

Pero detrás de esta idealización también hay algo más. En tiempos donde las condiciones laborales son cada vez más precarias y la estabilidad es un lujo, la romantización del trabajo podría ser un mecanismo de supervivencia. Hacer que la oficina parezca una sitcom ayuda a que la rutina diaria sea más llevadera, convirtiendo lo que antes era solo una fuente de ingresos en una parte clave de la identidad personal.

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El problema es que este discurso no siempre juega a favor de los trabajadores. Si el trabajo se transforma en el centro de la vida, el límite entre lo profesional y lo personal se desdibuja, reforzando una cultura donde la productividad se confunde con el valor individual. ¿Cuánto hay de genuino en esta fascinación por el mundo corporativo y cuánto de una estrategia para hacer más digerible la sobreexigencia?

Mientras algunas personas encuentran en esta visión una forma de darle un sentido más profundo a su vida laboral, otras ven con escepticismo esta tendencia que, en lugar de cuestionar el sistema, parece celebrarlo. ¿Es una forma de resistencia creativa o simplemente un síntoma más de que estamos atrapados en una cultura que nos enseña a amar el trabajo incluso cuando nos consume?

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